TECNOLOGIA
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martes, 25 de febrero de 2014
martes, 7 de enero de 2014
NANOTECNOLOGIA BIOQUIMICA.
Sensores biológicos de nanotubos de carbón podrían permitir
que en el futuro los diabéticos midan el nivel de glucosa en su sangre sin
tener que recurrir a una muestra de sangre.
Los nuevos nanosensores son nanotubos de carbón de capa
única y este último avance en nanotecnología pretende aprovechar la capacidad
de fluorescencia de nanotubos al ser iluminados por ciertas ondas de luz
infrarroja. Dirige la investigación profesor Michael Strano, investigador de la
Universidad de Illinois.
Para crear estos sensores biológicos, Strano construyó una
capa de enzima glucosa oxidase sobre la superficie de unos nanotubos suspendidos
en agua. La enzima no solo impide que los nanotubos se peguen, formando
conjuntos inútiles, sino también actúa como un sitio selectivo donde glucosa se
enlaza y genera peróxido de hidrógeno.
Luego los científicos funcionalizaron la superficie con
ferricianida, un ion sensible al peróxido de hidrógeno. El ión se pega a la
superficie a través de la capa porosa. El peróxido de hidrógeno se formará con
el ión, lo que transforma la densidad electrónica del nanotubo y, en
consecuencia, sus propiedades ópticas también.
En palabras del profesor Strano, "Cuando la glucosa se
encuentra con la enzima, se produce peróxido de hidrógeno lo que rápidamente
produce una reacción con la ferricianida para modular la estructura electrónica
y las características ópticas del nanotubo. Cuánto más glucosa, más brilla el
nanotubo".

Los investigadores introdujeron los nanotubos en un tubo
capilar que se puede implantar dentro de un cuerpo humano. De esta forma el
tubo capilar impide que los nanotubos toquen directamente las células vivas,
pero permite que entre glucosa dentro. Luego implantaron este nanosensor
biológico dentro de una muestra de tejido humano. Iluminaron la muestra con un
láser de luz infrarroja y verificaron la fuerza de la fluorescencia del sensor
relacionada con las concentraciones de glucosa en el tejido.
jueves, 2 de enero de 2014
El Gran Colisionador de Hadrones (CERN)
El Gran Colisionador de Hadrones, GCH (en inglés Large
Hadron Collider, LHC) es un acelerador y colisionador de partículas ubicado en
la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, sigla que
corresponde a su antiguo nombre en francés: Conseil Européen pour la Recherche
Nucléaire); el LHC se encuentra cerca de Ginebra, en la frontera franco-suiza.
Fue diseñado para colisionar haces de hadrones, más exactamente de protones, de
hasta 7 TeV de energía, siendo su propósito principal examinar la validez y
límites del Modelo Estándar, el cual es actualmente el marco teórico de la
física de partículas, del que se conoce su ruptura a niveles de energía altos.
Dentro del colisionador dos haces de protones son acelerados
en sentidos opuestos hasta alcanzar el 99,99% de la velocidad de la luz, y se
los hace chocar entre sí produciendo altísimas energías (aunque a escalas
subatómicas) que permitirían simular algunos eventos ocurridos inmediatamente
después del big bang.
Desde que se proyectó el Gran Colisionador Relativista de
Iones (RHIC), el estadounidense Walter Wagner y el español Luis Sancho16
denunciaron ante un tribunal de Hawái al CERN y al Gobierno de Estados Unidos,
afirmando que existe la posibilidad de que su funcionamiento desencadene
procesos que, según ellos, serían capaces de provocar la destrucción de la
Tierra. Sin embargo su postura es rechazada por la comunidad científica, ya que
carece de cualquier respaldo matemático que la apoye.
1.
La formación de un agujero negro estable.
2.
La formación de materia extraña supermasiva, tan
estable como la materia ordinaria.
3.
La formación de monopolos magnéticos (previstos
en la teoría de la relatividad) que pudieran catalizar el decaimiento del
protón.
4
La activación de la transición a un estado de
vacío cuántico.
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