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martes, 7 de enero de 2014

NANOTECNOLOGIA BIOQUIMICA.




Sensores biológicos de nanotubos de carbón podrían permitir que en el futuro los diabéticos midan el nivel de glucosa en su sangre sin tener que recurrir a una muestra de sangre.

Los nuevos nanosensores son nanotubos de carbón de capa única y este último avance en nanotecnología pretende aprovechar la capacidad de fluorescencia de nanotubos al ser iluminados por ciertas ondas de luz infrarroja. Dirige la investigación profesor Michael Strano, investigador de la Universidad de Illinois.
Para crear estos sensores biológicos, Strano construyó una capa de enzima glucosa oxidase sobre la superficie de unos nanotubos suspendidos en agua. La enzima no solo impide que los nanotubos se peguen, formando conjuntos inútiles, sino también actúa como un sitio selectivo donde glucosa se enlaza y genera peróxido de hidrógeno.

Luego los científicos funcionalizaron la superficie con ferricianida, un ion sensible al peróxido de hidrógeno. El ión se pega a la superficie a través de la capa porosa. El peróxido de hidrógeno se formará con el ión, lo que transforma la densidad electrónica del nanotubo y, en consecuencia, sus propiedades ópticas también.

En palabras del profesor Strano, "Cuando la glucosa se encuentra con la enzima, se produce peróxido de hidrógeno lo que rápidamente produce una reacción con la ferricianida para modular la estructura electrónica y las características ópticas del nanotubo. Cuánto más glucosa, más brilla el nanotubo".
 
Los investigadores introdujeron los nanotubos en un tubo capilar que se puede implantar dentro de un cuerpo humano. De esta forma el tubo capilar impide que los nanotubos toquen directamente las células vivas, pero permite que entre glucosa dentro. Luego implantaron este nanosensor biológico dentro de una muestra de tejido humano. Iluminaron la muestra con un láser de luz infrarroja y verificaron la fuerza de la fluorescencia del sensor relacionada con las concentraciones de glucosa en el tejido.

jueves, 2 de enero de 2014

El Gran Colisionador de Hadrones (CERN)


El Gran Colisionador de Hadrones, GCH (en inglés Large Hadron Collider, LHC) es un acelerador y colisionador de partículas ubicado en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, sigla que corresponde a su antiguo nombre en francés: Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire); el LHC se encuentra cerca de Ginebra, en la frontera franco-suiza. Fue diseñado para colisionar haces de hadrones, más exactamente de protones, de hasta 7 TeV de energía, siendo su propósito principal examinar la validez y límites del Modelo Estándar, el cual es actualmente el marco teórico de la física de partículas, del que se conoce su ruptura a niveles de energía altos.







Dentro del colisionador dos haces de protones son acelerados en sentidos opuestos hasta alcanzar el 99,99% de la velocidad de la luz, y se los hace chocar entre sí produciendo altísimas energías (aunque a escalas subatómicas) que permitirían simular algunos eventos ocurridos inmediatamente después del big bang.





 



Desde que se proyectó el Gran Colisionador Relativista de Iones (RHIC), el estadounidense Walter Wagner y el español Luis Sancho16 denunciaron ante un tribunal de Hawái al CERN y al Gobierno de Estados Unidos, afirmando que existe la posibilidad de que su funcionamiento desencadene procesos que, según ellos, serían capaces de provocar la destrucción de la Tierra. Sin embargo su postura es rechazada por la comunidad científica, ya que carece de cualquier respaldo matemático que la apoye.
1.       La formación de un agujero negro estable.
2.       La formación de materia extraña supermasiva, tan estable como la materia ordinaria.
3.       La formación de monopolos magnéticos (previstos en la teoría de la relatividad) que pudieran catalizar el decaimiento del protón.
4         La activación de la transición a un estado de vacío cuántico.